Nuri Bilge Ceylan

UNO (que no pare ninguno). 
Once upon a time in Anatolia es una buena película. Joder, es una película buena con una trama interesante, con unos personajes bien construidos (amén de interpretaciones) y con un guión sólido. Pero le sobran los primeros cuarenta y cinco minutos para ser una película cojonuda. Se queda en buena, sí, que no está mal, a sabiendas de que es un producto de un total de ciento cincuenta minutillos de nada. De nada.... Durante esos primeros cuarenta y cinco minutos que le sobran, me planteé seriamente dos opciones: la primera de ellas era que sencillamente al director turco le gustaba, por ejemplo, la pintura o la fotografía y con esta película se resarció realzando bonitos cuadros paisajísticos. Plano fijo carretera de noche. Dos coches y un cuatro por cuatro militar avanzan por el camino. Avanzan. Avanzan. Avanzan. Avanzan. Se paran. Se quedan quietos. No pasa nada más. Han frenado, los dos coches. Uno detrás de otro. Están quietos. No pasa nada en el exterior. La carretera sigue igual. Sigue siendo de noche. Se abre una puerta. Sale alguien.  Sale otro. Otro más. Otro más. Y otro. Salen, después, de uno en uno, todos los del segundo coche. El plano sigue siendo fijo, con la absolutísima belleza (grandilocuencia-preciosismo intelectual) del paisaje. Así, secuencia tras secuencia; mientras tanto, salen policías (sí, son coches con policía) con presos que les indican erróneamente, no se sabe si adrede o porque en realidad no se acuerdan, el lugar donde está enterrado un cuerpo. Efectivamente, la opción que propongo es que nos tiramos una hora así porque al bueno de Nuri le apetece hacerlo así, le parece bonito, le gusta, tiene tranquilidad y libertad para hacer lo que le salga de los cojones.

Opción dos: en realidad el director turco quiere que el espectador llegue a hastiarse de tanto "cuadro" para, de este modo, que sienta lo mismo que sienten los personajes que vemos a lo largo de esa primera hora y que luego, evidentemente, achacará dicha experiencia sensitiva a la siguiente hora y media donde los personajes están cansados y extenuados de estar una hora (en teoría toda la noche) buscando un cadáver que nunca aparece hasta que se presenta entrada ya las primeras horas matinales.

La opción dos me la planteé al día siguiente. Pensé: muy bien, qué debuti, qué guay... Que si en realidad el director persiguió este objetivo, conmigo lo consiguió. Otras personas optarán por la primera opción, sencillamente, disfrutar del cine (¿?¿?¿?¿?¿?). Si hay alguna otra opción, estaré encantado de leerla. El resto de la hora y media siguiente encontramos una historia (que se intuye en ese comienzo con la magna y solemne presencia del médico) más ágil, directa, nos cuenta lo que en realidad nos querían contar una hora antes. Pensé, mientras la veía, que por qué cojones me tenía que tragar una hora de paisajes y planos fijos de tres coches en medio de la noche buscando un cadáver que nunca aparece para luego contarme lo que realmente se veía a la legua: la historia del médico, en primera instancia, la historia del inspector, en segunda instancia, y la del policía en tercer lugar. Línchenme, si gustan, diciéndome que esos primeros 45 minutos son absolutamente necesarios para contarnos lo que nos cuenta Nuri Bilge. La realización, el montaje, el diálogo, blablabla es más que decente; es bueno. Pero esa primera tortura de cuarenta y cinco minutos no me la quita ni mi padre.

DOS (nos movemos los dos)
Uzak se presenta, hasta el momento, como la mejor película de Bilge. Una historia sencilla pero que en realidad es dura y negra, agria, difícil. Pocos diálogos pero mucha humanidad en los personajes: dos primos (de consanguinidad, no malinterpreten), uno de ellos hace años se marchó a la gran urbe: intelectual; fotógrafo fracasado o, mejor dicho, fotógrafo intelectual que se gana la vida fotografiando baldosas para, seguramente, una revista de muestras en la tienda de saneamientos de al lado de su casa; incapaz de mostrar sentimiento alguno (ni a su exmujer ni a su amante); gran consumidor de cine pornográfico cuando nadie le ve (que en el fondo es el rollo del intelectual, no nos engañemos, leche); cansado; melancólico; frustrado, joder, sí, frustrado. El otro: vago; romántico; trabajador exiliado de la fábrica de su pueblo; lapa del primo intelectual; chupóptero del intelectualismo fracasado; leal; lúcido. Todo termina de la misma manera que empieza: intelectual fracasado y romántico (no del alemán) desubicado. En medio, una historia en la que las relaciones familiares se interponen en la aburrida existencia del fotógrafo adicto a Tarkovsky (sólo y únicamente cuando el primo trabajador merodea por el salón, porque ya saben: el porno es lo que mola); la estúpida sensación de tener que alojar a alguien sólo porque es un familiar y tener que amoldarse a ese nuevo inquilino; el estúpido romanticismo del trabajador joven que busca únicamente afecto y amor/cariño (aunque es lo mismo que busca el primo intelectual). Y la magnífica metáfora del ratón atrapado en la cinta adhesiva y la consecuente resolución. La inútil existencia de uno que busca amor y la maravillosa existencia del otro que busca amor. Ya saben... El intelectualismo acarrea graves problemas: podría, ahora mismo, ahondar en la mística y metafísica personalidad de ambos personajes y realizar una disección de las de aúpa. Podría intentarlo, claro, claro. Prefiero que lean y lean sin leer en realidad nada. Pero eso sí, la película es cojonuda.

Sí.

En definitiva, una obra maestra.

TRES (lo mismo pero al revés)
Kasaba. Partiendo de la base de que es una de sus primeras películas o quizá la primera, no lo sé, no me importa, conlleva equilibrio totalmente proporcionado entre buenas ideas y buenos errores. Como esto de las críticas es subjetivo y cada uno tiene una distinta para cada objeto a destripar, me pregunto si realmente este director se planteó, con este trabajo, grabar cuatro buenas ideas y envolverlas en un montón de buenos errores o, por el contrario, se planteó un montón de buenas ideas y se le colaron cuatro buenos errores. Los temas oníricos son, sin duda, el punto fuerte de la película (englóbenlos en el grupo que les venga en gana de los anteriormente expuestos). La historia, floja, pero con un interesante conflicto del padre de las criaturas con su sobrino, ya bien crecido y bien rebelde. O perezoso. O vago. Las tres cosas son sinónimos, ya. En fin, no hay mucha historia... Volvemos a ver, como en las otras dos películas comentadas anteriormente, escenas largas (planos fijos), pocos diálogos y conflictos familiares. Un cine tranquilo (o pesado para otros), bello (coñazo para otros) y minimalista (rollo patatero para otros). Si le echan ganas y tiempo, pueden verla como si se tratara de un cuento turco. Aunque, sinceramente, si son capaces de plantarse delante de alguna de estas películas con tiempo, calma y sin prisas, disfrutarán , directamente, de tres cuentos turcos muy bonitos. Muy preciosistas. Muy poco habladores. ¿Qué coño les pasa por esa zona del globo terráqueo? Kiarostami es de por ahí cerca, ¿no? Irán... Y vendrán con más cuentos de la Asia más occidental. Disculpen el mal gusto del chiste, pero era inevitable.

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En las tres películas cabe destacar la paz y tranquilidad que inundan la personalidad de todos y cada uno de los personajes, incluido el policía de Once upon a time in Anatolia, que a pesar de perder la calma en un par de escenas, es debido al riesgo mayor de una reputación/estatus difícil de mantener o difícil de defender delante de un superior al que le has hecho levantarse del sofá de su casa que se encuentra en una ciudad a dos millones de kilómetros de la zona en la que se supone van a encontrar el cadáver y en donde va a pasar toda la noche en medio de rutas campestres metido en un coche donde las historias se intuyen y fluyen y se ven y no se oyen. Sorprendente es, también, que la capacidad de abstracción en las imágenes por parte de Bilge con su personal uso de la cámara, se convierta en un verdadero acto de omnipresencia absoluto por parte del espectador. Pero... ¿es necesario, a veces, dejarse un tiempo, en parte y sólo en parte, innecesario para contar una historia? Pues lo dicho: a veces sí y otras veces no, pero en las tres películas aquí expuestas sólo me deja buen sabor de boca la obra Uzak, quizá por la historia, quizá por la soledad, quizá por la clara muestra de inquietud cuando no se conoce bien a alguien o cuando, simplemente, uno mismo no se conoce (ni bien ni mal ni un poco). Si le quito los primeros cuarenta y cinco minutos a Once Upon... en realidad me quedaría con ésta. Hay que saber ver todo tipo de cine; más que saber verlo, hay que saber sentarse y ver todo tipo de cine. Pero cuando uno dice todo tipo de cine, va desde Bela Tarr pasando por Kiarostami, Bilge blablabla hasta, por poner un ejemplo, Jess Franco. No seamos hipócritas; el cine es espectáculo, después, arte. Ah! Y hablando de arte... No hay que olvidar la intachable labor de montaje en estas tres obras aquí expuestas, aunque qué quieren que les diga... Este tipo de películas intimistas, si pecan de montaje paupérrimo... ¿en qué se quedan?

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