Dos pájaros de un solo tiro

Pasa un día.

Te levantas y las miras; sus caras,
con legañas, como la tuya, solo
que piensas sonreír, ya ves, un chiste,
un chascarrillo. Nada. Mejor nada.

Malas caras desde por la mañana.
Labores endiosadas; sin libertad,
sin sonrisa, con la batalla irreal
de la, en realidad, única mala cara.

Nunca la soledad -la honesta- podrá
penetrar si no reside en tus curvas
-te dices uno de esos insulsos albores.
Te haces gracia con eso de las curvas.

Al menos tú derrapas.

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