Rastres de sàndal (Rastros de sándalo)

Aquella vez que entré en el locutorio
me vi embriagado por su olor.
No supe descifrarlo, pero estaba convencido:
no quería levantarme, por nada del mundo, del ordenador;
me estaba encantando respirar ese aire con el que podía viajar
a lugares exóticos,
lugares mágicos,
tierras extrañas
y gentes de otro mundo.
Terminé mi trabajo, no sin gran esfuerzo, y conseguí
levantarme de la silla.

Todo ralentizado, sin banda sonora, en directo.

La historia continúa y aún no sé a qué huele el
locutorio del que nadie quiere salir y en el
que todo en esencia es perfecto: un nirvana constante.