Handia

Aquel día llevé una caja de rosquillas glaseadas,
las del dunkin donuts, esas que no tenía ni la
más remota idea de si te gustaban.

Las compré emocionado, a sabiendas de que estabas mal.
No recuerdo qué ocurría, pero te dije que te esperaba
sentado, con las rosquillas glaseadas, pretendiendo
animarte con sobredosis de insulina.

Nunca llegaste y siempre me faltó café.
Nunca te lo dije.
No supe por qué no viniste, aunque intuyo
que no me gané la confianza
que merecías tener.