En tierra firme


Salir a correr sin huir de nada
es como nadar a contracorriente.
Si al menos el aire fuera vainilla
y la contracorriente almíbar,
habría motivo para hacerlo,
como tantas cosas hay por empezar
aunque solo sea, tal vez, para endulzarte.
Un poco solo; sutil, en los labios nada más.
Saborear el tiempo de la muerte cercana.
Y consumir la última bocanada de aire, observando, quieto,
un silencio equidistante.