La vida sublime

Sonidos molidos en gargantas de pájaros sin tierra.
Y una ausencia de voz asustaba a todos los cartones 
que huían de los cuerpos.
Se abrió una reserva de azúcar en los parques 
y barrios de algodón donde gallos
y zorros retaron el sendero de los rascacielos.
El Cuco era una flor que cantaba a las máquinas.
El Cuco, dios de la voz perdida.

 

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