Casablanca


Era absurdo hablar del reinado de su eco.
Era absurdo intentar agarrar alguna de sus
palabras, lanzadas al vuelo en cada esquina
que tropezaba con alguno de mis zapatos.

Pero el tiempo se detuvo. El eco se convirtió
en luz naranja, igual que la luz de esos callejones
que se ven en las pelis de hollywood, esas en las
que otorgan aire sórdido y mágico, presencia
quiescente.

Qué más da, si se fue dando la vuelta y rompiendo
el reinado con la carcajada de sus tacones
y el ron resbalando entre sus labios.