Surviving Life, Jan Svankmajer

Comienza diciéndonos, el bueno de Eugene, que la película peca de presupuesto económico, por lo que se escatima en actores, actrices, escenarios y demás etcétera para realizar una película convencional y hacer, en definitiva, lo que vemos justo después de esta presentación. Indudablemente no quiere decir que esta falta de recursos simplifique el trabajo llevado a cabo, aunque también lo dice siendo consciente el espectador del ingrediente cómico que supone este dato en su discurso, porque otra cosa no, pero elaboración (tiempo+pasión) tiene para rato, como cualquier trabajo llevado a cabo por el checo Svankmajer, y eso lo sabemos todos sus seguidores. Así que empieza bien la cosa: humor irónico.

Sobra decir que este director es fuente ineludible de otros tantos cineastas y que su trabajo ha sido reconocido por todos ellos (no conviene citarlos), pero no así por el público en general, porque su trabajo, quizás para esa masa general de público, sea demasiado..., cómo decirlo..., cómo lo dirían ellos..., elaborado (incomprensión/aburrimiento). Pero rebobinemos; antes de todo este comienzo, alguien me vende el largometraje (no recuerdo quién) como la primera película que el director realiza con personajes reales, a lo que mi mala memoria replica: desde comienzos de este siglo XXI (suena futurista) los utiliza sin discriminación, contemplación o piedad alguna, aunque antes del comienzo de este futurista siglo centrara casi todo su trabajo en pequeñas obras de arte audiovisuales de pocos minutos (anuncios, videoclips, cortometrajes, etc.). Pasado el tiempo (sigue hablándome mi memoria mientras mi silencio pesa en la conversación) llegó Alice (1988), su primer largometraje, con esa niña de carne y hueso, con conejo macabro, con sombrero más loco de lo habitual y con un argumento más que gótico del cuento que escribiera Lewis Carroll. Pero bien es cierto que a pesar de tener a la pequeña Alicia de carne y hueso en la película, no sólo resulta ser el único personaje de este material, sino que apenas se le aplica stop motion, cosa que sí hace en las producciones realizadas en este inicio de milenio y, como comprobé más adelante, en esta última película que aquí comento.

No es raro pensar que lo más verosímil a lo que puede agarrarse el checo para trabajar con el stop motion sea relacionar el mundo de los sueños con sus tramas y argumentos, pero lo que es raro es conseguir que dicho argumento enganche y te produzca la suficiente incomodidad como para decidir terminar de ver el producto. En esta ocasión, Eugene debe lidiar con su monótona vida y con un sueño que le persigue hasta el punto de querer dormir a todas horas para adentrarse en él. No es un sueño cualquiera (complejos de Edipo, subconscientes bloqueados por accidentes familiares, por sangres, recuerdos de padres [plural de padre] alcohólicos, blaaaaablabla...) como se verá más adelante en la película, pero lo interesante (o, en realidad, lo agadable) es la parte cómica que se ve entre una fotografía de Freud y otra de Jung en la sala donde Eugene recibe terapias de su psicóloga (psicoanalista. Psiquiatra.... ¿qué más da?).

Somos conocedores de la destreza de Svankmajer con el stop-motion, pero otra cosa bien distinta es la de intentar usar esa destreza para intentar escribir una historia/un argumento/un guión solvente y maduro, y aunque en esta película no sea muy recurrente (un poco desfasado el temita del significado de los sueños y el juego malogrado de nuestro siempre frustrado subconsciente), sale bien parado a pesar de ser eso: recurrente. No termina de cuajar, por este motivo, la historia/argumento, pero lo terminas de ver porque el stop-motion es cachondo (el guión, vaya): ves sandías gigantes rodando y estrellándose por doquier, lenguas con vida propia lamiéndose, huevos enormes reventando y bailando y volando, gallinas con cuerpo de humanos que follan, humanos con cabezas de gallinas que follan, patadas de Freud a Jung, puñetazos de Jung a Freud... Pero no mucho más, por desgracia. De acuerdo, es Svankmajer y lo interesante de su trabajo es el aspecto visual, pero cuando sigues su trayectoria desde hace años, ver una largometraje suyo a veces supone comerse un bocadillo de mazapán sin nada para beber. Te tiene que gustar mucho su mundo o te tienes que ir al super a comprar cervezas.

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