The day he arrives, Hong Sang-soo


... or, better, the day he never came.

Decía un compinche mío mientras leíamos la película que el protagonista era un egocéntrico, y es una probabilidad o posibilidad más que aceptable, porque la historia (que no la película) no sólo gira en torno a él, sino que él mismo hace que así sea. Me explico.

Sungojoon (sí, el nombre del protagonista no dista mucho del nombre del director, cosa que acentúa más aún la hipótesis de mi compinche pudiendo extrapolar, sin ningún dilema moral, ficción con realidad), llega a una ciudad -pongamos, por ejemplo, su ciudad natal- y sólo parece tener un contacto en esas tierras de cualquier barrio surcoreano. Llama insistentemente a este contacto: un amigo, un compañero de clase, un colega de oficio, su hermano, su vecino de cuando tenía 5 años... El susodicho no coge el teléfono en ningún momento, así que el joven director de cine Sungojoon, decide ir a tomar un trago a un bar donde se pueda fumar. Llega, se sienta, bebe, fuma y escribe. Y a partir de este momento podría surgir el punto de giro de la película. Bueno, no. En realidad surge un poco antes, justo cuando llega a la ciudad y llama por teléfono a su amigo, pero a mí me gusta pensar que es cuando se sienta en el bar a beber y a fumar y a escribir. Y creo que incluso come algo. Yeaaah. Bueno, como iba diciendo, para mí el punto de giro aparece justo cuando está escribiendo en ese bar porque es ahí cuando se ve lo que en realidad hace este hombrecillo: nada, y no hace nada porque es un director venido a menos, es un director que ha perdido su estrella, su luz, su imaginación, su sentido de la vida, su motivación, su musa... Vaya usté a saber... Y atraviesa un momento delicado existencialmente hablando; lleva mucho tiempo sin filmar una película y malvive vendiéndose como profesor en un jardín de infancia, en un colegio o una universidad (que para el caso, son lo mismo).

Esta ciudad, además, parece ser (o podría ser) la que le vio nacer o crecer, así que se va cruzando con persona(jes)s que, o bien le reconocen  porque es medio famosillo, o bien le reconocen porque es del barrio. Más adelante (re)conoce a chicas -una camarera, la novia de su amigo (que es al que llamaba en un principio por teléfono) y una admiradora con la que se cruza constantemente por la calle- y todas le desean de algún modo. De hecho, qué narices, parece amado e idolatrado por todas y cada una de las personas con la que se encuentra. Pero él está desubicado y desmotivado. Buscándose. Buscando un motivo, una chispa... Algo, lo que sea. Y se cree muy humilde, muy bueno con las mujeres y muy justo. Pero en realidad es un tío egocéntrico, porque a medida que avanza la película, nos damos cuenta de que las historias se van repitiendo, y es que lo que vemos en el film es lo que se supone que imagina o escribe o imagina que escribe nuestro joven director de cine. Vemos lo que tiene en su cabeza, y tan pronto vemos una escena en la que los tres personajes hablan del amor o la vida y en la siguiente escena es la misma que unos segundos antes pero con distinto diálogo y como si hubiera una elipsis de tiempo en la que pudieras pensar que han pasado veinticuatro horas (por ejemplo). En todas ellas, sorprendentemente, él tiene el don de la retórica, las ideas más elaboradas sobre la vida, encanto con las mujeres, mano con los amigos enojados, mano con las ex-novias, manos para tocar el piano del bar, manos para tocar tetas que le desean... Pues eso, un tío egocéntrico que escribe lo que realmente quiere en su vida pero que no se parece a la realidad ni por asomo.

El montaje, diálogos y el guión están bien hilvanados y no sólo porque no te das cuenta en un primer momento del juego por parte de Hong Sang-soo, sino porque cuando te das cuenta todo es mucho más divertido y triste a la vez: divertido porque ese egocentrismo disfrazado de humildad hacen que el personaje se encuentre ante escenas la mar de cómicas de lo disparatadas que en realidad serían en su realidad, y triste porque en realidad está solo, todo es una ficción montada en su cabeza, todo lo que vemos es pura imaginación: no hay nadie a su alrededor. ¿Una posible novela? ¿Un posible guión? ¿Una posible metáfora sobre la mente de un cineasta pensando siempre en historias? ¿Una adaptación de su vida elucubrada en su cerebro? En cuanto a los planos, me resultó especialmente extraño el uso de zooms dándole a las escenas un aire extraño recordando un poco el estilo documental... No lo hacen demasiadas veces, pero las veces que lo usan, crean un ambiente que, para mi gusto, rompe un poco el clímax y te zarandea ligeramente sacándote de la historia(s). El blanco y negro le da un puntito onírico y melancólico, pero no se asusten; estamos ante una gran comedia. Y los planos fijos, la gran mayoría en toda la película, hacen su trabajo en cuanto dramatizar según qué diálogos.

Triste y divertida a partes iguales, compensada en un equilibrio zen, un pelín corta (aunque quizá ese sea un punto a favor) y quizá demasiado blanda. O egocéntricamente blanda. Debería ser un poco más irónica o sarcástica y tendría ese puntito de sal que le falta. Aún así, todo un descubrimiento el director surcoreano (no sólo de Kim Ki-duk sobreviven por aquellos lares, que por cierto... ¿qué estará haciendo este hombre? Desde que rodara El arco se le fue escapando la magia a borbotones y con Time me tocó los cojones).

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